El ciclo del agua en la arquitectura eficiente
«Primero fueron las casas de tierra, sin despacho, ni salón. Sólo con dormitorio, comedor y el gran salón de los tesoros. Eran auténticos hormigueros humanos, de sólo una familia. Después salieron las primeras cabañas como tiernos brotes de las primeras casas hechas con cal y cantos rodados. Más tarde, brotaron las primeras casas, sólo con piso bajo. Un poco después, las de un piso y ya, sin interrupción y bastante sincrónicamente, las de dos y de tres. En estas se detuvo la iniciativa durante muchos años. Parecían temer los urbanizadores que el cielo se volviera en contra de ellos si hacían casas más altas. A finales del siglo XIX, aparecen las casas de cinco pisos y al inicio del siglo XX, las de seis y siete, que pronto dejaron paso a los rascacielos”.
Esta introducción, Ramón Gómez de la Serna relata la génesis del crecimiento urbanístico de nuestras villas y ciudades. La proliferación de la construcción de viviendas, que va íntimamente ligada al aumento de la calidad de vida, unida a la mejora de las vías de comunicación y al crecimiento industrial, genera en las urbes la necesidad cada vez más perentoria de disponer de caudales de agua cada vez mayores, en óptimas condiciones cualitativas durante todos los días del año. A más vecinos, más caudal, lo que supone, cuando los “rascacielos” abundan, un serio problema de abastecimiento.
Porque la mayoría de nuestras urbes están situadas lejos de lugares donde sobra el agua de calidad natural y en cantidad suficiente. Ello obliga a aguzar el ingenio para garantizar que esos caudales sean posibles sin incrementar el gasto del ciudadano hasta límites imposibles y sin dañar el medio natural del cual se derivan. Y obliga también a legislar al respecto. El ahorro y la eficiencia en el uso del agua y la energía (agua = energía, binomio hoy inseparable, ya saben) se dan la mano y exigen soluciones adecuadas a los técnicos competentes, susceptibles de ser asumidas por los políticos.
También en estos aspectos, los profesionales de la construcción se encuentran inmersos en un proceso de cambio de paradigma y afrontan los nuevos retos derivados de la definición del binomio citado, atendiendo a las nuevas regulaciones relacionadas con la energía así como a las crecientes demandas de la sociedad encaminadas al ahorro energético y económico. Si la eficiencia puede definirse como el hacer más con menos y la arquitectura como el arte de proyectar y construir edificios, ya tenemos otro binomio: arquitectura + eficiente.
Para divulgar el estado del arte, presentar y debatir las soluciones de todas las ecuaciones planteadas, la empresa Roca tuvo la iniciativa de celebrar el ciclo de conferencias ‘Hacia una arquitectura eficiente” al cual me quiero referir en este post. En él se debatió a lo largo de cuatro sesiones sobre la respuesta de la arquitectura ante la obligada optimización del consumo energético e hídrico, presentando diversos casos de estudio que ya son una realidad en sectores muy diferentes de su campo de trabajo. Apunto resumidamente titulares de las respectivas conferencias del ciclo, para animar a los lectores interesados a adentrarse con ilusión en este apasiónate campo imprescindible de conocer para entender la definición del nuevo paradigma de la gestión del agua basado en la seducción a la que me voy refiriendo en mis notas. Esa seducción cuyo objetivo es la modificación del espacio de lo posible del otro, en función de lo que nosotros tenemos que ofrecer. Porque cada vez que logramos concitar en el otro el juicio de que somos una posibilidad para él, estamos en el juego de la seducción.
Fuente: www.iagua.es