Restaurar bien los bosques quemados para evitar los incendios de mañana
Año tras año sufrimos el azote del fuego y tenemos que lamentar que los incendios no se puedan controlar a tiempo y se conviertan en grandes incendios forestales (GIF), donde arden más de 500 hectáreas, que despiertan la alarma social y devoran vidas humanas, propiedades y naturaleza ocupando grandes titulares en los medios de comunicación. Sin embargo, cuando las llamas han sido sofocadas, las miles de hectáreas quemadas y las poblaciones afectadas caen rápidamente en el olvido. Parece que el problema de los incendios se acaba cuando se apagan las llamas, y que la vida vuelve de forma natural, pero no es así.
En el contexto actual, en el que la intensidad y la frecuencia de los incendios se han visto profundamente alternadas, no se puede garantizar que la vida vaya a regresar a los ecosistemas quemados. Por ello, es preciso restaurar los bosques afectados por las llamas donde sea necesario y viable. Pero restaurar es mucho más que reforestar, es diseñar los bosques del futuro para recuperar sus irremplazables servicios ambientales, sociales y económicos: intentar que vuelvan a ser productivos, a ofrecernos agua y aire de calidad, protección frente a inundaciones, a cumplir su fundamental papel en la regulación del clima en la tierra…
Hay que restaurar por dos motivos. En primer lugar, para evitar impactos y daños posteriores al incendio. En esta fase, el suelo es el principal recurso a proteger y el gran olvidado en los proyectos de restauración. Si hay suelo, la vegetación acaba por recuperarse, aunque sea de mayor o menor calidad ecológica o más o menos resistente a los incendios. Sin él, no hay vida.
El segundo motivo es para prevenir los incendios del futuro. Dentro de la fatalidad que suponen los GIF, hay que aprovechar los procesos de restauración para transformar los bosques y hacerlos menos vulnerables al fuego, porque los incendios forestales también pueden evitarse veinte años antes de producirse.
Fuente: www.lavanguardia.com
