Por qué las ciudades crecen de forma dispersa y qué hacer al respecto

¿Cuáles son las causas del crecimiento disperso de las ciudades? ¿Puede controlarse este crecimiento?

La dispersión urbana (urban sprawl) ha estado muy presente en la agenda política  norteamericana desde hace más de cincuenta años y en la europea desde hace veinte aunque el fenómeno también está presente en Sudamérica. La dispersión urbana presenta patrones diferenciados en función del país y período considerado; sus causas y efectos, de los más evidentes a los más profundos, abarcan aspectos de naturaleza económica, social y ambiental; y los instrumentos para frenarla entran dentro de campos de acción tan variados como la política de vivienda, transporte y energía, o la protección de espacios libres (Muñiz et al. 2006). El crecimiento disperso de las ciudades tiene costos y estos han sido estimados para Estados Unidos. Todd Litman (2015) afirma en un informe titulado “Analysis of Public Policies that Unintentionally Encourage and Subsidize Urban Sprawl”, que el crecimiento disperso, caracterizado por baja densidad, usos de suelo exclusivos y segregados y orientado al automóvil,  impone costos incrementales respecto del crecimiento inteligente, caracterizado este último por ciudades de mayor densidad, usos de suelo mixtos y orientado al transporte público. El informe estima el total de costos anuales en más de un billón de dólares estadounidenses.

Jan K. Brueckner (2001) en “Urban Sprawl: Lessons from Urban Economics”, analiza el crecimiento disperso de las ciudades. El autor atribuye este fenómeno a tres fallos de mercado que llevan a un crecimiento excesivo de las ciudades. Cabe aclarar que un fallo de mercado es una situación que se produce cuando el suministro que hace el mercado de un bien o servicio no es eficiente,  bien porque el mercado suministre más cantidad de lo que sería deseable o porque el mercado suministre menos cantidad de lo que sería deseable. El primero de los fallos se dadebido a que los agentes económicos no consideran el valor del espacio abierto cuando la tierra es convertida a usos urbanos. El segundoconsiste en que los individuos no reconocen los costos sociales de la congestión de tránsito creada por ellos mismos, lo cual lleva a viajes excesivos y ciudades que son demasiado grandes. El tercer fallo de mercado está dado por el hecho de que los desarrolladores no toman en consideración los costos de infraestructura pública generados por sus proyectos, así, los desarrolladores tienen la impresión de que el desarrollo es artificialmente barato y se produce un excesivo crecimiento urbano. Para cada uno de estos fallos el autor evalúa el remedio para corregirlos.

Para el primer fallo de mercado, la solución posible viene dada por cobrar un impuesto al desarrollo por cada hectárea de tierra convertida a uso urbano. La dificultad radica en asignar un valor a los beneficios del espacio abierto. A estos fines se utiliza el Método de Valuación Contingente que pretende simular un mercado para el espacio abierto.

Para el segundo fallo de mercado dado por la congestión de tránsito, Brueckner propone un cargo a cada persona por el daño a la congestión que provoca. Así, se da al individuo un incentivo para acortar los viajes. El efecto último es una reducción en el tamaño de la ciudad.

Para el tercer fallo de mercado dado por los costos de la obra pública, el remedio propuesto son los cargos por infraestructura, es decir, los desarrolladores deben cargar con la  infraestructura necesaria para sus proyectos y con los impactos que los nuevos proyectos generen sobre la infraestructura existente en el resto de la ciudad.

El elemento común de estos tres remedios es que son instrumentos de mercado para corregir tres fallos de mercado.

Otra opción muchas veces utilizada son las fronteras de crecimiento que se establecen en torno a las ciudades. Brueckner es crítico de las mismas debido a que no hay modo de saber si la frontera establecida es adecuada sin enfocarse en los fallos de mercado que llevan al crecimiento disperso.

Un análisis de las fronteras de crecimiento desde una perspectiva económica lo hacen Stanley, Edgens y Mildner (1999) en “A Line in the Land: Urban-growth Boundaries, Smart Growth, and Housing Affordability”.

Estos autores plantean que más de cien ciudades y condados de EE.UU. han adoptado alguna forma de frontera de crecimiento a fin de controlar el crecimiento disperso, proteger el espacio abierto o estimular el re-desarrollo de los barrios existentes. Los autores sostienen que si bien es verdad que debe evitarse un subsidio a los desarrollos de baja densidad, lo cual se da cuando no se carga sobre los nuevos desarrollos los costos de la infraestructura, también deben evitarse los subsidios a los desarrollos de alta densidad. A la vez, agregan que las iniciativas de gestión del crecimiento están recibiendo un apoyo sin precedentes en todo el país y que las fronteras de crecimiento están siendo vistas como la herramienta de gestión de crecimiento de elección.

 

Una reconstrucción del crecimiento de Baltimore, Maryland (USA), en los últimos 200 años. El Servicio Geológico de Estados Unidos utilizó registros históricos, así como los datos del satélite Landsat para crear esta secuencia (Fuente: NASA, http://goo.gl/or18vh). La expansión de la ciudad de Baltimore ha significado la conversión de importantes zonas de suelo rústico en suelo urbanizado. Esto ha tenido efectos negativos como, por ejemplo, en la fragmentación y destrucción de hábitat de vida silvestre (Conniff, 2014).
Una reconstrucción del crecimiento de Baltimore, Maryland (USA), en los últimos 200 años. El Servicio Geológico de Estados Unidos utilizó registros históricos, así como los datos del satélite Landsat para crear esta secuencia (Fuente: NASA, http://goo.gl/or18vh). La expansión de la ciudad de Baltimore ha significado la conversión de importantes zonas de suelo rústico en suelo urbanizado.  (Conniff, 2014).

Sin embargo, señalan las consecuencias no deseadas de las fronteras urbano-rurales citando a los investigadores de Urbana-Champaign que definen el “problema de control de inventario”. El problema es el siguiente: si las fronteras de crecimiento son exitosas, estas deben limitar la oferta de suelo a fin de estimular mayores densidades. Esta reducción de la oferta de suelo puede elevar el precio de la vivienda, entonces, la clave es expandir la oferta de suelo antes de que los precios de la tierra suban lo suficiente como para impactar en los precios de la vivienda.

Intentando lograr una síntesis de lo expuesto, puede pensarse entonces en una combinación de los instrumentos anteriormente mencionados, por un lado, los instrumentos de mercado y, por el otro, los instrumentos de control como las fronteras de crecimiento. Es decir, los instrumentos de mercado se muestran como muy precisos a la hora de identificar las causas del crecimiento disperso y apuntan a las mismas para corregirlo, y eso parece interesante. Sin embargo, es razonable pensar que no podríamos dejar librada la cuestión solamente a los instrumentos de mercado, de modo que adicionalmente podría establecerse una frontera de crecimiento que dejara espacio para el crecimiento de la ciudad y que estuviera adaptada a la situación paisajística concreta de la ciudad en cuestión. Una frontera de crecimiento así planteada podría evitar el crecimiento de la ciudad “a saltos” aún cuando el mercado convalidara tal crecimiento.


ciudades

Una razón para complementar los instrumentos de mercado con los instrumentos de control es la que analiza Philip E. Graves de la Universidad de Colorado, quien sostiene en “Valuing Public Goods” (2015) que las personas más interesadas en el medio ambiente, y el paisaje es un bien ambiental, no están en un pie de igualdad con aquellas que tienen un menor interés en el medio ambiente si nos guiamos por una lógica de mercado. Es decir, aquellos más interesados en el medio ambiente, generarán ingresos relativamente bajos porque el beneficio marginal del ingreso, en términos de obtener los bienes ambientales que son justamente los bienes en los que tienen interés, es cero. Esto debido a que usualmente los bienes ambientales como el paisaje no se compran en el mercado. Por otro lado, las personas que valoran más los bienes privados como casas y automóviles, tienen más incentivos a sacrificar el ocio para obtener ingresos pues el beneficio marginal del ingreso es positivo para ellos. Es decir que si usamos una lógica de mercado para valuar bienes ambientales estaríamos situando en inferioridad de condiciones a aquellos que más los valoran.

 

Autor: Carlos Bortolussi, carlosrbortolussi@gmail.com  Este artículo fue redactado por el autor como parte del curso de posgrado “Análisis del Paisaje: Herramienta de Gestión, Ordenación y Planificación Territorial”, organizado por Fondo Verde (http://goo.gl/Iwfels) y dirigido por el profesor Dr. Gonzalo de la Fuente de Val.

 Bibliografía:

Brueckner, J. 2001, “Urban Sprawl: Lessons from Urban Economics”, https://goo.gl/tkWRUp [consulta: 22 Setiembre 2015]

Conniff, R. 2014, “Urban Nature: How to Foster Biodiversity in World’s Cities”. Yale Environment 360.Revista de la Escuela de Forestal y Estudios Ambientales de la Universidad de Yale, http://goo.gl/nkjRR4 [consulta: 24 Setiembre 2015]

Graves, P. 2015, “ValuingPublicGoods”, http://goo.gl/ipS1tI [consulta: 22 Setiembre 2015]

Litman, T. 2015, «Analysis of Public Policies that Unintentionally Encourage and Subsidize Urban Sprawl«, https://goo.gl/iqkQct [consulta: 23 Setiembre 2015]

Muñiz, I., Garcia, M., Calatayud, D. 2006, “SPRAWL: Definición, causas y efectos.”, Documento de trabajo Nº3, Departamento de Economía Aplicada. Universidad Autónoma de Barcelona.

Stanley, S., Edgens, J., Mildner, G. 1999, “A Line in the Land: Urban-growth Boundaries, Smart Growth, and Housing Affordability”, http://goo.gl/71nQLr [consulta: 22 Setiembre 2015]

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Un comentario

  1. Me parece interesante la síntesis del problema, solo comentaría en animo de abundar en la problemática, que el crecimiento de la ciudad vertical y horizontal, es parte de un proceso de necesidades de espacio social, que puede ser aprovechado o inducido por el mercado pero que no necesariamente, éste es el que lo produce.

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