Malvivir a causa del ruido
Facilitar los desplazamientos en el mínimo tiempo posible ha permitido acelerar los procesos de relación y dinamizar la economía, pero también ha creado monstruos que no dejan vivir. En esta sociedad que todo lo sacrifica a la movilidad, el silencio se ha convertido en un lujo al alcance de pocos. Pero una cosa es tener que adaptarse a un rumor persistente del tráfico, como si estuviéramos al lado de un mar embravecido, y otra muy distinta no poder alcanzar un sueño reparador porque cada vez que está a punto de caer el telón de la conciencia, el rugido inmisericorde de un tren o un avión lo impide.