LA CARA BONITA DEL FEÍSMO

Últimamente no hago más que leer en los medios de comunicación y en las redes sociales e incluso de escuchar en algunas conversaciones de bar la palabra “feísmo” y a veces a uno ya le entran las dudas respecto a qué se refiere. Dice Wikipedia que “Feísmo, cuando se aplica al urbanismo y la arquitectura de Galicia, es un término informal y ambiguo, empleado para caracterizar cierto estilo constructivo del medio urbano y, especialmente, del medio rural gallego. El feísmo (término general, aplicable a todas las artes y a la literatura) no es tanto una escuela artística o una tendencia estética, sino un concepto reciente que describe un conjunto más o menos uniforme de usos y soluciones arquitectónicas localizadas en la Comunidad Autónoma de Galicia desde los años sesenta”.

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Confieso que cuando leí esta definición me entraron aún más dudas. Ahora no se si al hablar de feísmo también nos referimos a las urbanizaciones de adosados enclavadas cerca de la costa, o a las que se quedaron a medio hacer o a los polígonos industriales que no llegaron a ser tales, y que se quedaron en circuitos de carreras. No sé si el feísmo se refiere a la idea de alguien de usar una marquesina a modo de refugio para los animales o si se refiere también a la construcción masiva de aeropuertos, clubs náuticos y puertos exteriores. Supongo que la diferencia está en si la obra cuenta con el beneplácito de la administración y el corporativismo profesional o, por el contrario, si se trata de una actuación anónima de alguien que usando el ingenio se ahorró unos euros.

La realidad es que la sociedad critica a las personas que, en teoría, difieren del patrón de belleza establecido promoviendo una homogenización, que en muchos casos es hasta poco saludable, e ignorando la diversidad de opiniones y gustos de la población.

Esto es parcido,  salvando las distancias, al estereotipo de belleza vigente en las pasarelas de moda en la actualidad porque la realidad es otra y no todos somos así. Este símil se puede llevar al territorio, promoviendo una homogenización de las construcciones establecido por una minoría de expertos que condiciona a la totalidad de la población, pero sin un proceso de información, educación y debate, ya que la mayor parte de la sociedad es ajena a ello.

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Nos horrorizamos al ver que la caseta de un perro esté hecha con el cristal de un coche fúnebre o que una tartera vieja sea ahora una maceta, pero todos estamos a favor de la reutilización, del reciclaje y de la sostenibilidad. No nos fijamos en que es la mejor manera de reutilizar, evitando que los objetos terminen abandonados en mitad del monte o contribuyendo a llenar los saturados basureros gallegos y españoles. Ser sostenibles no es solo tirar los residuos al contenedor adecuado.

Reutilizar significa darle un segundo uso a las cosas ahorrándose de paso un dinero. ¿Por qué comprar un portal para la huerta si puedo usar un somier a modo de cancilla? ¿Esto es feísmo? Yo más bien lo definiría como inteligencia rural, economía de aldea o ingeniería de pobres y está más que comprobado que funciona.

No es que esté defendiendo las “atrocidades” urbanísticas o constructivas, es más, soy el primero en criticarlas pero creo que hay que saber distinguir las cosas, verlas dentro de su contexto y dejarse de querer estandarizar todo, según nuestro modelo actual de perfección. El feísmo forma parte del paisaje como lo forman la belleza y la majestuosidad e incluso puede llegar a convertirse en un referente o un reclamo turístico. El mal llamado feísmo rural es ingenioso, práctico, artístico, tiene retranca y hasta es capaz de arrancarnos una sonrisa. Todo esto, que parece poco, es mucho más de lo que consiguen algunos elementos supuestamente bien planificados y diseñados, como por ejemplo la Cidade da Cultura de Santiago, porque a mí al verla me saltan las lágrimas.

 

Autor: Víctor Bouzas

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Víctor Bouzas Blanco

Licenciado en geografía y Postgrado en Tecnologías Digitales de Documentación Geométrica del CSIC. Especialista en diseño cartográfico y análisis geoespacial.

3 comentarios

  1. Estoy de acuerdo contigo en cosas como el tema del aprovechamiento de los residuos o del conceder una segunda oportunidad a los elementos… Pero no con ese argumento de austeridad y pobreza que intenta justificar con ello la nula integración de estas construcciones rurales con sus alrededores, y el poco favor que le hacen a los maravillosos paisajes de esta tierra. Seamos realistas, no es feísmo, es arquitectura sin padre ni madre.

    Para ver la diferencia, solo hay que pasarse por google y ver imágenes de arquitectura rural en otras comunidades como por ejemplo el País Vasco, con sus caseríos de piedra y madera, ostentosos algunos y otros muchos pobres y humildes, que teniendo una funcionalidad bastante parecida a las construcciones gallegas, de planta establo y primera vivienda, encajan a la perfección en sus montañas y generan una imagen característica del lugar.

    Creo que no debemos intentar que lo que se ve como «feismo» se antoje bonito, pero si debemos respetarlo como parte de una tradición y una cultura.

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