Cómo evitar que los desastres naturales repercutan en la economía de los países latinoamericanos
Cada vez que cae una fuerte lluvia sobre las ciudades o la sequía afecta a alguna región de Brasil, la economía del país sufre un golpe considerable.
Los desastres causan daños a la infraestructura, a los cultivos, a los servicios públicos y a la industria. A menudo, los gobiernos gastan más con acciones de emergencia para abordar la reconstrucción que con los recursos originalmente previstos para áreas tales como saneamiento y transporte. En Brasil, las pérdidas por desastres alcanzaron 2.800 millones de dólares anuales entre 1995 y 2014, o lo que es lo mismo: 56.700 millones durante estos 20 años.
Eso demuestra que, contrariamente a una percepción muy popular, Brasil sí es afectado por los desastres naturales, aunque no sufre con eventos naturales de gran magnitud, como terremotos (como Chile o Haití) o huracanes (como el Caribe).
Conocer el impacto preciso sólo fue posible porque Brasil tiene ahora una base de datos sobre los daños sufridos por los municipios: el Sistema Integrado de Informaciones sobre Desastres (S2ID), de la Secretaría Nacional de Protección y Defensa Civil. Pionero en Latinoamérica, el sistema impulsó un estudio que ha examinado cerca de 53.800 registros de desastres en Brasil entre 1995 y 2014.
Los datos fueron recopilados en el informe Daños Materiales y Pérdidas Causadas por los Desastres Naturales en Brasil, publicado a finales de 2016 por el Banco Mundial y el Centro de Estudios e Investigación sobre Desastres, de la Universidad Federal de Santa Catarina.
De acuerdo con la encuesta, las sequías – que evolucionan lentamente y, por lo tanto, los gobiernos reaccionan con lentitud – son los fenómenos reportados con más frecuencia por los municipios. «Ellas representan el 48% de los registros y se producen más en el noreste y el sur», explica Rafael Schadeck, uno de los autores del informe. Los desastres relacionados con el exceso de lluvias, documentados principalmente en el sureste, vienen en segundo lugar, con el 39% de los casos.
El S2ID se transformó en una fuente de información para los que trabajan en la gestión de riesgos de desastres e hizo posible un importante cambio de mentalidad.
«Los municipios sólo reportaban desastres si tenían interés en acceder a los fondos del gobierno federal para ayuda humanitaria y respuesta a los desastres. Más recientemente, se observa que muchos municipios reportaron casos de desastres sin tener estas intenciones, lo que nos permite comprender mejor la magnitud del desafío en Brasil, así como sus características específicas», dijo Frederico Pedroso, experto en gestión de riesgos de desastres del Banco Mundial.
Protección financiera
El sistema y el nuevo estudio son parte de un esfuerzo mayor para entender cómo los desastres naturales afectan América Latina y el Caribe y cómo se puede prevenir daños más graves. Un informe lanzado a finales del año pasado estima su impacto en los pobres y reveló que las pérdidas provocadas por desastres en la región equivalen al doble de estimaciones anteriores y alcanzan un promedio de 84.000 millones de dólares al año.
Cuando los pobres son víctimas de una catástrofe, su pérdida proporcional de riqueza es dos o tres veces superior a la de los no pobres debido a la naturaleza y la vulnerabilidad de sus bienes y medios de vida.
En 2014, más de 500,000 familias pobres de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala no tenían qué comer debido a una escasez de lluvias sin precedentes. Y en Guatemala, la tormenta Stan en 2005 aumentó la probabilidad de trabajo infantil más de un 7% en las zonas afectadas.
Otro importante hallazgo: cada dólar invertido en protección social después de un desastre representa 4 dólares en beneficios en países como Bolivia, Brasil, Colombia, Honduras y Panamá.
Datos como estos apoyan cada vez más a los países latinoamericanos para que adopten políticas públicas inteligentes e inviertan en la prevención y en una rápida respuesta. En Brasil, por ejemplo, el Banco Mundial presta apoyo técnico a los gobiernos nacionales, estatales y locales para calcular la exposición de los bienes a los peligros naturales, proporciona herramientas para la protección financiera contra desastres y evalúa los daños posteriores a los desastres.
Todas estas actividades, cuyos resultados aparecerán en largo plazo, son clave para reducir cada vez más los impactos en daños y víctimas de las lluvias, sequías, tormentas de viento, granizo y otros fenómenos naturales y su efecto sobre la fragilizada economía brasileña.
Fuente: Banco Mundial
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