Ciudades más verdes

Asociar la gestión de desechos a la horticultura ayuda a mantener limpio el medio ambiente urbano, a reducir los peligros para la salud e impulsar la producción de alimentos frescos.

La contaminación en las ciudades que se extienden rápidamente plantea una seria amenaza para la salud pública. La falta de sistemas de drenaje adecuados y plantas para el tratamiento de aguas residuales hace que muchas ciudades descarguen a diario enormes volúmenes de desechos humanos brutos y efluentes industriales en el medio ambiente. En los barrios pobres, la diarrea debida al consumo de agua contaminada es una de las causas principales de mortandad de los niños.

La basura se deja descomponer en las calles o se acumula sin clasificar en vertederos, lo que aumenta la contaminación de las aguas subterráneas. La industria y los automóviles contaminan el aire, causa de una tercera parte de todas las enfermedades respiratorias en Yakarta. La población urbana pobre afronta otros peligros ambientales: los asentamientos construidos en tierras marginales están expuestos a deslaves e inundaciones repentinas.

La horticultura urbana y periurbana puede convertir los desechos en un recurso productivo. En América del Norte las ciudades acostumbran reciclar los desechos orgánicos y ofrecerlos a los ciudadanos como composta para los huertos orgánicos. En Addis Abeba, una empresa privada recoge todos los días 3,5 toneladas de desechos orgánicos y los convierte en casi dos toneladas de fertilizantes de alta calidad. El programa nacional de Cuba para la HUP prohíbe el uso de fertilizantes químicos en las ciudades y promueve en cambio la producción de composta orgánica.

El uso de aguas residuales para la horticultura es más problemático, los patógenos presentes en hortalizas cultivadas con aguas residuales sin tratamiento pueden producir enfermedades gastrointestinales e incluso cólera. Pero cuando las aguas residuales de origen doméstico se tratan adecuadamente para reutilización agrícola, pueden aportar casi todos los nutrientes necesarios para cultivar frutales, hortalizas y plantas ornamentales.

Para reducir el riesgo de contaminación, la FAO ayuda a capacitar a los productores de hortalizas para la manipulación segura de aguas residuales y la selección de los cultivos adecuados. En Gaza y en Cisjordania la FAO introdujo unidades de tratamiento económicas que permiten a la población regar sus jardines y sus huertos con las aguas grises de las cocinas y las regaderas.

Conforme aumenta la competencia por el agua en las ciudades, la planificación urbana tiene que incorporar la reutilización de aguas residuales para la horticultura. Una opción prometedora para las ciudades en desarrollo es la creación de estanques de estabilización poco profundos que utilizan algas y bacterias para eliminar los patógenos y conservar los nutrientes.

La HUP tiene otros beneficios ambientales: reduce la necesidad de transportar los productos a las ciudades desde zonas rurales alejadas, lo que genera ahorro de combustibles, reduce las emisiones de dióxido de carbono y la contaminación del aire. Baja las temperaturas de las ciudades -en el Cairo, las azoteas que tienen huertos son 7º C más frescas que las de al lado sin huertos- y, cuando se practica en franjas verdes, mejora el paisaje y la calidad de vida de la población urbana.

En las costas áridas del Perú, la horticultura ha contribuido a «reverdecer» los municipios. Las franjas verdes también estabilizan las tierras ambientalmente frágiles, como las laderas y las riberas, y las protegen de la edificación insegura de viviendas. En Bogotá, Hanoi y Sao Paolo, Brasil, los huertos urbanos ayudan a mantener una buena estructura y porosidad del suelo, que mejora la recarga de los acuíferos y reduce los escurrimientos, previniendo así deslaves e inundaciones.

Fuente: www.fao.org

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Víctor Bouzas Blanco

Licenciado en geografía y Postgrado en Tecnologías Digitales de Documentación Geométrica del CSIC. Especialista en diseño cartográfico y análisis geoespacial.

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