Domar al monstruo. São Paulo diseña su plan de movilidad
Dos días antes de que comenzara el Mundial, en una larguísima fila ante una parada del autobús, una dependienta de una perfumería de São Paulo aseguró que esa mañana, por la huelga de metro, iba a tardar tres horas en llegar al trabajo. Lo malo es que añadió que los días en que no había huelga y que todo marchaba bien, tardaba una hora y media. El ir y venir del trabajo a casa o de casa al trabajo se ha convertido, para el habitante de esta megalópolis de más de 11 millones de habitantes, en un asunto vital.
Para tratar de solucionar algo el asunto, o para tratar de que desplazarse no se vuelva algo imposible en los próximos años, entre otras cosas, el Ayuntamiento de São Paulo ha aprobado esta semana el denominado Plan Director, esto es, el conjunto de medidas y de grandes directrices que regularán el futuro de la ciudad hasta 2030.
Pasarse la vida en un autobús abarrotado o en un atasco no es un asunto baladí en esta sociedad brasileña que se metamorfosea velozmente y que cada vez más aspira a vivir con patrones de clase media europea. Hace un mes, el gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, Tanso Genro, del PT, aseguraba que la movilidad urbana y la seguridad serán dos de los temas ejes de la próxima campaña electoral. Desde un sector opuesto, el activista y miembro del colectivo Passe Libre, Lucas Monteiro, coincidía al señalar que la calidad del transporte público marcará la pauta de nuevas protestas. Hace unas semanas, un grupo de personas se ha opuesto, por primera vez de forma organizada y eficiente, contra el urbanismo desaforado en Recife. Y no hay que olvidar que la chispa que incendió el país hace un año con manifestaciones multitudinarias en São Paulo y Río saltó por una subida mínima en las tarifas del transporte.
Una de las principales normas aprobadas por el Plan Director prevé la construcción, casi sin límite, de rascacielos, siempre y cuando coincidan con las líneas de metro. Es decir: se trata de llenar de edificios la columna vertebral de la, a pesar de todo, escasa e insuficiente red de metro paulista a fin de incentivar el transporte colectivo. Es un intento de que los siete millones de automóviles que ruedan diariamente por la ciudad no crezcan más y ahoguen definitivamente São Paulo.
Fuente: El País