Mapas globales que detallan la acidificación oceánica causada por actividades humanas

Un equipo de científicos ha publicado el retrato más completo hasta la fecha de cómo varían los niveles de acidez por los océanos del mundo, aportando así un marco de referencia para evaluar en años venideros el aumento de la acidez del mar como consecuencia de la enorme cantidad de emisiones de carbono producidas por el Hombre.

El mapa ofrece un repaso mensual sobre cómo aumenta y disminuye la acidez oceánica en función de la estación y la ubicación geográfica, junto con los niveles de saturación de los minerales de carbonato de calcio usados por los organismos que construyen conchas. Los mapas se basan en cuatro décadas de mediciones hechas por científicos del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty, adscrito a la Universidad de Columbia, en la ciudad estadounidense de Nueva York, y por especialistas de otras instituciones.

Los océanos han asimilado una cuarta parte del dióxido de carbono que los humanos hemos liberado en la atmósfera a lo largo de los pasados doscientos años. Pero su ayuda a la hora de compensar el calentamiento global ha tenido un precio: los océanos son cada vez más ácidos, a medida que absorben el exceso de dióxido de carbono (CO2). Hasta qué punto la acidificación de los océanos podría dañar a la vida marina y los ecosistemas aún no está claro, pero ya hay señales de problemas en corales, moluscos y otros organismos constructores de conchas que viven en regiones cuya agua suele ser más ácida de forma natural. La acidez extra aportada por las emisiones antropogénicas de CO2 puede llevar a esas especies en tales lugares más allá del límite de su resistencia.

Desde que se inició la era industrial, el pH promedio del agua marina superficial en zonas templadas ha caído de 8,2 a 8,1. (Un pH más pequeño indica condiciones más ácidas.)

Las vastas regiones templadas y tropicales, donde crecen la mayoría de los arrecifes de coral, experimentan la menor variación, con un pH que se mueve entre 8,05 y 8,15, a medida que las temperaturas fluctúan entre el invierno y el verano.

El pH oceánico oscila más en las aguas más frías, frente a Siberia y Alaska, el Noroeste del Pacífico y en torno a la Antártida. En primavera y verano, las proliferaciones masivas de plancton absorben dióxido de carbono en el agua, elevando el pH y causando que la acidez del agua marina decaiga. En invierno, el ascenso de agua rica en CO2 desde las profundidades oceánicas causa que las aguas de la superficie se vuelvan más ácidas. La acidificación del Océano Ártico en el invierno ocasiona un descenso en las concentraciones de aragonita, uno de los minerales que dan dureza a los esqueletos y conchas de muchos organismos marinos, lo que retrasa el crecimiento de los pterópodos, moluscos de los que se alimentan otros animales, incluyendo algunos de consumo humano, lo cual a su vez dificulta la subsistencia y proliferación de estos animales.

El mapa revela que el norte del océano Índico es más ácido que el Atlántico y el Pacífico, lo cual podría deberse a su geografía particular. Aislado del Océano Ártico, el sector norte del Océano Índico tiene una química que está influenciada por el contenido del agua descargada allí por los ríos del enorme continente eurasiático, así como por las lluvias monzónicas estacionales.

Analizando los datos a largo plazo recogidos en Islandia, las Islas Bermudas, las Islas Canarias, Hawái y el Pasaje de Drake, el equipo del geoquímico Taro Takahashi, del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty, ha encontrado que las aguas de tan al norte como Islandia y tan al sur como la Antártida se están acidificando a un ritmo que encaja con el de las emisiones de CO2 inyectadas a la atmósfera por actividades humanas, y que concuerda además con varias estimaciones recientes.

Si el ritmo actual de acidificación oceánica continúa, los corales de aguas cálidas podrían estar viviendo hacia el 2050 en aguas bastante más ácidas que en las que se hallan ahora. Si bien los corales pueden tolerar cambios tan grandes, los biólogos marinos se preguntan si pueden sostener un crecimiento todo el año expuestos siempre a niveles de pH más bajos.

Si no se le pone freno a la acidificación oceánica, hacia el 2100 esta podría costar a la economía global 3 billones (millones de millones) de dólares al año en ingresos perdidos procedentes de la pesca, el turismo y otros servicios aportados por los ecosistemas, según un informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Más información

Fuente: http://noticiasdelaciencia.com/

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Jose Taboada

Licenciado en Geografía, Postgrado en Ordenación y Desarrollo Territorial (USC) y Master de Sostenibilidad y Responsabilidad Social Corporativa (USC).

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