Mapa de las áreas del Mediterráneo más afectadas por la actividad humana

El mar Adriático, el Egeo, la costa africana o el área catalana, donde la intensidad de pesca es muy elevada, son algunas de las zonas más afectadas por la actividad humana. Esta es la principal conclusión de un estudio que ha identificado espacialmente los impactos de todo el mar Mediterráneo. Según el trabajo, las áreas más amenazadas son más vulnerables a los cambios ambientales asociados al calentamiento global.


Un estudio dirigido por el investigador Francisco Ramírez, de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona, ha analizado y distribuido espacialmente la información existente sobre multitud de impactos que están afectando de forma simultánea, y posiblemente sinérgica, a todo el mar Mediterráneo: desde impactos climáticos como el incremento en la temperatura del mar, a la presión pesquera sobre los recursos naturales o los cambios en las condiciones fisicoquímicas.

El resultado es una representación espacial de los lugares más afectados por la actividad humana, como por ejemplo el mar Adriático, el mar Egeo, la costa africana o el mar del área catalana, entre otros. Según los investigadores, esta información permitirá identificar las zonas dónde se debería actuar localmente para minimizar los efectos de un problema global como es el cambio climático.

El nuevo trabajo se ha publicado en la revista Scientific Reports, y también está firmado por Marta Coll y Joan Navarro, del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), y Javier Bustamante y Andy J. Green, de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC).

Espacios operativos seguros

El estudio se enmarca en el concepto de espacios operativos seguros (SOS, del término inglés safe operating space), que delimita un espacio multidimensional dentro del cual se encontraría un ecosistema, y que está determinado por diferentes tipos de impactos, como serían la contaminación, la pesca o la temperatura del agua.

Para que este ecosistema se encuentre en condiciones adecuadas, las magnitudes de los impactos no deberían sobrepasar unos umbrales concretos, de manera que, si la magnitud de un impacto aumenta, los umbrales del resto disminuyen y viceversa. «Si delimitamos un SOS a partir de los efectos climáticos y humanos, eso quiere decir que, al disminuir la presión antrópica, aumenta el umbral para los impactos climáticos por encima del cual el ecosistema colapsaría y, por tanto, aumentaría la capacidad del ecosistema de resistir a los impactos ambientales asociados al cambio climático», explica Ramírez.

Para delimitar espacialmente los potenciales efectos que afectarían al mar Mediterráneo, los investigadores han combinado múltiples metodologías y bases de datos, como las series temporales más largas existentes de datos de teledetección –imágenes de satélites espaciales–, que proporcionan información sobre, por ejemplo, la temperatura de la superficie marina. También utilizaron los datos sobre la distribución de la presión pesquera proporcionados por el Global Fishing Watch.

«Al solapar espacialmente todos estos impactos, hemos identificado aquellas áreas marinas que están particularmente amenazadas y que, por lo tanto, merecen una atención especial si se quieren conservar los recursos o la biodiversidad que existen en ellas», subraya Ramírez.

Medidas locales para mitigar los efectos del cambio climático

Según el estudio, las zonas más afectadas por los impactos humanos serían potencialmente más vulnerables al cambio climático. Los resultados muestran que hay determinadas zonas particularmente vulnerables, como el mar Adriático, el mar Egeo, la costa africana o el mar del área catalana, donde la intensidad de pesca es muy elevada.

Si a ello se le suma el incremento de la temperatura del mar provocado por el calentamiento global, el resultado predicible es que habrá especies de gran valor comercial, como la sardina, que se verán particularmente afectadas, ya que son extremadamente sensibles al aumento de la temperatura.

«Saber cómo se distribuyen espacialmente estas amenazas puede ayudar gestionar determinadas actividades, como la pesca. Por ejemplo, puede servir para regular esas actividades en áreas particularmente afectadas o desplazar la pesca a zonas que estén menos perjudicadas por otras amenazas», apunta Francisco Ramírez.

Está aproximación permite evidenciar dónde se debería actuar localmente para minimizar los efectos de un problema global como el cambio climático. «Las administraciones locales no pueden combatir el cambio climático por sí solas, ya que esa lucha requiere el consenso y la actuación de toda la comunidad internacional. Sin embargo, gestionando otros posibles impactos más locales se puede disminuir la vulnerabilidad al cambio climático de determinadas áreas y ecosistemas. Con ello no queremos decir que no se deba combatir el calentamiento global, pero a corto y medio plazo, una posible medida de mitigación sería gestionar esos otros impactos más locales», concluyen los investigadores.

Fuente: SINC


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Víctor Bouzas Blanco

Licenciado en geografía y Postgrado en Tecnologías Digitales de Documentación Geométrica del CSIC. Especialista en diseño cartográfico y análisis geoespacial.

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