Innovar en desarrollo territorial

Interesante artículo de Xavier Marcet  en Sintetia.com sobre la innovación en el desarrollo territorial.

La compensación a viajar seguido por trabajo es la oportunidad de conocer gente que en rincones de mundo muy distintos tienen las mismas aspiraciones, acumulan esfuerzos similares y se refugian en tópicos idénticos. Este es una reflexión compartida con unos cuántos responsables de desarrollo territorial en distintas partes de Europa, USA y Latinoamérica. La misión de las unidades de desarrollo territorial es proveer de mayores oportunidades a las personas y empresas que conviven en un territorio. Crear externalidades que faciliten el desarrollo, atrayendo empresas, facilitando su nacimiento y crecimiento, impulsando la creación de puestos de trabajo.

En mi experiencia este no es un trabajo fácil y por ello abunda más la retórica que los resultados, especialmente en el ámbito local que es dónde se dirimen los indicadores definitivos. Por algunos éxitos que hay en la captación de inversiones internacionales o en programas que establecen relaciones prolíficas entre “players” que acaban dando resultados tangibles, abundan las toneladas de retórica basada en la repetición de tópicos.  Para algunos tener una universidad, algunas empresas cerca y una administración con unos políticos que hablen de innovación,  ya supone tener una triple hélice engrasada como gran palanca de desarrollo. Por desgracia es más complicado.  Y ni que añadamos los ciudadanos a la hélice y creemos la cuádruple hélice tendremos más resultados.

En general, se comparte una obsesión por replicar Silicon Valley en cada esquina, ya sea en Skólkovo (Rusia) o en Yachay (Ecuador) o en operaciones menos ostentosas pero con el mismo paradigma. Lo que hace posible Silicon Valley es una masa crítica de talento emprendedor en un entorno corporativo muy potente, con universidades líderes en el mundo y una concentración de fondos de capital riesgo por metro cuadrado impresionante. Querer copiar esto, querer improvisarlo, es simplemente estar condenado al fracaso quemando de por medio múltiples recursos públicos. Estas políticas de desarrollo territorial basadas en modelos importados no llevan a ninguna parte, son benchmarking patológico. Normalmente surgen de reuniones entre instituciones y representantes corporativos o sindicales, que pueden hacer grandes proclamas pero que no incorporan a  los decisores directos que pueden crear proyectos relevantes o puestos de trabajo.

Si inviertes mucho dinero público, como en Skólkovo, siempre pasa algo, aunque con unos rendimientos que están por ver y una sostenibilidad muy incierta. Son ecosistemas nacidos artificialmente. Y una cosa, como nos cuenta Mariana Mazzucato, es que el papel del Estado sea imprescindible en los resultados de los ecosistemas de innovación a través de ayudas a las empresas innovadoras (empezando por Silicon Valley) y otra que se pretenda construir ecosistemas de innovación sin contar de entrada con el talento ni con las empresas.

En las políticas de desarrollo territorial hay demasiada copia, exceso de tópicos importados acríticamente y poco pensamiento propio. Los responsables de políticas territoriales quizás deberían hacer ellos mismos lo que tanto proclaman que deben hacer las empresas: ser innovadores y ser emprendedores. Aplicarse el cuento y orientarse a resultados. La vía no es copiar si no imaginar modelos genuinos. La vía es arriesgarse a pensar por cuenta propia, a articular relaciones entre decisores reales y buscar en caminos inexplorados. Tener consciencia de la dimensión,  buscar players existentes que puedan pensar en grande y sepan aterrizar propuestas. Poner el acento en el crecimiento. En la mayoría de territorios el problema no es que no nazcan empresas, el problema es que las que existen no crecen lo suficiente.

Además hay que apostar por modelos que generen puestos de trabajo como base del equilibrio social. Deberíamos ser menos papanatas con la innovación y el emprendimiento. Necesitamos innovaciones que creen mucho valor para el usuario y que creen oleadas de puestos de trabajo ( las “empowering innovations” en la clasificación de Clayton Christensen).

Sin innovación no hay competitividad sostenible, pero ya es hora de decir alto y claro que nuestro gran reto es saber compaginar la innovación con la creación de puestos de trabajo. Las innovaciones de eficiencia que destruyan miles de puesto de trabajo, no las pararemos, pero de ellas no viviremos, necesitamos innovaciones que además de ser útiles para los usuarios lo sean para la sociedad y creen puestos de trabajo. Añadir responsabilidad social a la innovación nos irá bien. Igualmente nos irá bien rompernos la cabeza para que la pléyade de incubadoras públicas que estamos creando tengan al frente el talento necesario ( por ejemplo gente que sepa lo que es emprender y arriesgar en primera persona) y sirvan como palanca de crecimiento de empresas y no cómo refugio de emprendedores que aspiran más a subvenciones que a clientes. Estas incubadoras pueden ser buenos instrumentos si ayudan a dar agilidad, proyección, capacidad de gestión a empresas para que puedan crecer. Si devienen centros para dopar startups no servirán de mucho.

En los países del sur de Europa el gran reto es crear ocupación. Se llevan años de políticas activas de empleo que son un fracaso sistemático, escandaloso. ¿no es hora ya de innovar en ellas? De probar cosas realmente nuevas. ¿No es hora de ser un poco emprendedores a la hora de gestionar estas políticas? ¿No hay que innovar en nada cuando un gran porcentaje de jóvenes no pueden socializarse profesionalmente y trabajar? Es la hora de nuevos paradigmas.

 

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Fuente: http://www.sintetia.com

 

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Jose Taboada

Licenciado en Geografía, Postgrado en Ordenación y Desarrollo Territorial (USC) y Master de Sostenibilidad y Responsabilidad Social Corporativa (USC).

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