Hablamos de restauración fluvial con J. Horacio García

J. Horacio García es Licenciado en Geografía por la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Alcanzó el doctorado en ese mismo centro en el año 2014 con la tesis titulada Geomorfología fluvial en sistemas atlánticos: metodología de caracterización, clasificación y restauración para los ríos de Galicia.

Actualmente combina su labor de investigador con el ejercicio docente en el Área de Geografía Física del Departamento de Geografía de la USC. Entre otras funciones, es desde el año 2015 el Secretario del Centro Ibérico de Restauración Fluvial (CIREF).

Hoy en día se habla mucho de restauración fluvial, un proceso que tiene como objetivo recuperar las buenas condiciones hidrológicas y geomorfológicas de un río. Se trata, por tanto, de implementar medidas encaminadas a restaurar su buen estado natural como sistema, así como a promover la mejora de la geodiversidad, biodiversidad y la regeneración del paisaje fluvial.

 


Pregunta (P) Desde este punto de vista ¿cómo valoraría el estado ambiental general de los ríos españoles?

Respuesta (R) El estado ecológico de los ríos españoles es muy dispar. Es complicado hacer una valoración general. Sí que hay ríos que mejoraron en los últimos años sus condiciones ecológicas, pero estos casos se localizan más en tramos concretos que en ríos completos. Otros, debido a condiciones de inaccesibilidad (e.g. río de montaña) mantienen unas condiciones de calidad muy altas.

Lo que resulta más evidente es la impronta que la Directiva Marco del Agua 2000/60/CE (DMA) ha ejercido en la necesidad de unificar las actuaciones en materia de gestión de agua en la Unión Europea (UE). En las últimas décadas la presión sobre los ríos europeos se acentuó hasta hacerla casi insostenible. La presión demanda agua de buena calidad y en grandes volúmenes, y esto, a veces, choca frontalmente con las necesidades de proteger las aguas en términos cualitativos y cuantitativos y garantizar, en última instancia, su sostenibilidad. Este es, grosso modo, el reto de la DMA (Art. 1: Establecer un marco para la protección de las aguas superficiales continentales, las aguas de transición, las aguas costeras y las aguas subterráneas).

La Directiva 2007/60/CE de evaluación y gestión de los riesgos de inundación también ha supuesto un hito importante porque insta a convivir más con el río que a luchar contra él.

Restauración fluvial

Figura 1. Imagen del río Órbigo a mediados del siglo XX y previamente a un plan de intervención para su mejora. En 1956 se observa un río con una dinámica banda activa, múltiples canales y un notable volumen de sedimentos. Cinco décadas más tarde el río está restringido a un estrecho cauce. Lo que era el territorio fluvial (zona propia del río) pasó a formar parte de terreno para plantaciones y otros usos.

P- ¿Por qué es importante poner en práctica medidas encaminadas a restaurar nuestros ríos? ¿Cuáles serían, en su opinión, las actuaciones prioritarias?

R- Básicamente porque como humanidad dependemos de los ríos. Veámoslo mejor a través de tres hechos. Primero, por escasez, porque del total del agua de la Tierra, menos de un 3% pertenece a agua dulce. De este pequeño porcentaje, algo menos del 80% está en la superficie y, de ese, sobre el 99% lo hace en forma de hielo. ¿Qué nos queda? Solo el agua de los lagos, el agua de la atmósfera y, por último, el agua de los ríos, que se mueve entre un 0,003 – 0,006% del porcentaje de agua superficial. Con razón el agua es conocida en muchas partes del mundo como el oro azul. Tenemos que mentalizarnos de que es un bien escaso que estamos utilizando sin ningún tipo de criterio ecológico. 

Segundo, porque los ríos son un sistema natural y, como tal, debemos respetar su función en el engranaje del Planeta. Los ríos son, como todos sabemos, las venas de la Tierra, los que transportan energía y materia desde los continentes al océano. Si este bombeo se detiene, merma o llega en mala calidad, tenemos un problema.

Todos, sin excepción, vivimos dentro de una cuenca hidrográfica, por tanto, de un modo u otro, cualquiera de nuestras acciones tiene algún tipo de repercusión en la ecología del río.

Y tercero, porque todos, sin excepción, vivimos dentro de una cuenca hidrográfica, por tanto, de un modo u otro, cualquiera de nuestras acciones tiene algún tipo de repercusión en la ecología del río. Todo lo bien o lo mal que lo hagamos como sociedad con el río nos repercutirá. Por ejemplo, un río como el Llobregat, explotado con gran denuedo durante décadas, dejó de aportar servicios ecosistémicos esenciales para la sociedad que lo habita.

Respecto a las actuaciones prioritarias, debemos pensar en el río como una persona. Y para ello lo primero es saber qué pasa, cómo se encuentra el río. Todo nosotros vamos periódicamente al médico para hacer chequeos. Con el río hay que hacer lo mismo, es necesario aplicar índices de valoración que nos señalen cómo es su salud (su estado ecológico). La pregunta que surge es qué tipo de índice de valoración aplicar, sobre qué aspecto(s) hay que comenzar a valorar. Y aquí soy rotundo: la geomorfología, porque se refiere a la base física sobre la que se desarrolla la componente biótica del sistema fluvial, la que asegura que las cuatro dimensiones del hidrosistema funcionen (longitudinal, transversal, vertical, tiempo).

Solo la geomorfología (o hidrogeomorfología) puede responder a la triple pregunta de qué es un río (forma de relieve auto-construida cambiante en el espacio y el tiempo), para qué sirve (evacuación de agua y sedimento desde los continentes (laderas) al océano) y cómo trabajan (fundamentalmente durante las crecidas, verdaderas escultoras de su forma y garantes de su dinámica).

Figura 2. Evolución del cauce del río Ebro y su corredor ribereño en la zona de confluencia con el río Aragón en los últimos 90 años. La simplificación de su espacio y la pérdida de dinámica (movilidad) del cauce son elocuentes entre los años 1927 y 2017 (© Horacio et al. (2019), “Flooding, channel dynamics and transverse infrastructure: a challenge for Middle Ebro river management”. Journal of Maps, 15:2, 310-319, DOI: 10.1080/17445647.2019.1592719).

P- A este respecto, ¿Con base a qué criterios se puede hacer la evaluación de la salud del río?

R- Como decía anteriormente, lo inerte da vida a lo vivo. Por ejemplo, si vemos que una planta se seca es porque la demanda hídrica es mayor a la oferta. Un síntoma biótico tiene una solución abiótica (agua). Con los ríos pasa lo mismo, un río debe ser valorado en primer lugar por las condiciones hidrogeomorfológicas. Sin agua y sedimentos no hay río.

Dentro del proceso de evaluación, y continuando con la metáfora médica, la primera fase se inicia con un síntoma (manifestación física del tipo que sea). En la segunda aplicamos un índice para obtener un diagnóstico y poder saber la enfermedad que afecta, hacer una clasificación según sintomatología y ver el historial clínico (e.g. una gravera instalada hace 22 años). La tercera fase es el tratamiento, el cual puede hacerse mediante una propuesta pasiva (retirar presiones y dejar que el río se auto-restaure), una propuesta activa (interviniendo directamente sobre el río), o una propuesta mixta. La cuarta etapa se centra en el seguimiento, pudiendo suceder que el río se recupere, la recuperación sea parcial, no se recupere o, incluso, empeore. En caso de suceder los dos últimos casos, hay que volver a diagnosticar y aplicar otro tratamiento.

Finalmente, está la fase de prevención, es decir, la de revisiones y análisis periódicos (i.e. monitorización). Todas estas etapas son exactamente las mismas que nosotros como personas nos auto-aplicamos cuando nos encontramos mal.

Figura 3. Comparativa entre la medicina y la restauración fluvial (© imagen Horacio, J. (2015), “Reflexiones y enfoques en la conservación y restauración de ríos: georrestauración y pensamiento fluvial”. Biblio3W, Vol. XX, núm. 1.142).

P- Hoy se debate mucho sobre el desafío de identificar objetivos de restauración en ecosistemas. Usted que ha viajado mucho, ¿ha podido observar alguna diferencia entre España y otros países en términos de expectativas de restaurar los ríos a las condiciones pasadas?

R- ¡Más que me gustaría viajar (risas)! La diferencia por países en materia de restauración es notable, y cada uno, además, cuenta con las peculiaridades de sus regiones. En el caso de los países europeos, como ya comenté, la DMA marcó la hoja de ruta. Su llegada supuso una auténtica revolución, un importante cambio de paradigma al introducir la idea de estado ecológico como una expresión de la calidad de la estructura y funcionamiento de los ecosistemas acuáticos asociados a las aguas superficiales.

El estado ecológico y las condiciones de referencia a alcanzar deben ser, señala la DMA, definidos y diagnosticados a través de la evaluación biológica. Esta se basa en los límites de tolerancia de los organismos que habitan en el río ante condiciones ambientales e impactos. La otra gran novedad de la DMA es que también incluye varios descriptores hidrogeomorfológicos, pero a diferencia de los biológicos, estos son, lamentablemente, opcionales. Anteriormente a la llegada de la DMA el diagnóstico se centraba fundamentalmente en algunos parámetros físico-químico (calidad del agua).

Si hacemos un zoom en el caso español, el grado de cumplimento por demarcación hidrográfica es muy diferente. Algunas cumplen de forma rápida y eficaz, mientras que otras lo hacen, como suele decirse, tarde, mal y arrastro.

También resulta llamativo que aún dentro de Europa hay dos visiones diferenciadas con respecto al grado de aplicación de la geomorfología en la DMA. El sur de Europa (Francia, Italia, España) y Escocia por un lado, y el centro-norte de Europa (países nórdicos, Alemania) en el otro. Los primeros conciben la geomorfología como una parte fundamental del funcionamiento del río y defienden que se tenga en cuenta en la evaluación del estado ecológico. El segundo grupo comprende la geomorfología en el sentido estricto de la redacción de la DMA, es decir, como un mero elemento colaborador en la mejora del estado ecológico, en gran medida para la fauna de peces, limitado en ocasiones a la evaluación de las presiones que impiden su migración.

En países como EEUU o Chile domina la mercantilización de los ríos casi como un bien privado. Consultorías y Departamentos universitarios se pelean por abanderar la restauración de los ríos. La obra de Rebecca Lave titulada “Fields and Streams: Stream Restoration, Neoliberalism, and the Future of Environmental Science”, explica el caso de EEUU a través de numerosas entrevistas con los agentes implicados en la restauración. Lo que allí sucede bien podría trasladarse a Chile, su laboratorio neo-liberal.

Figura 4. Cuatro ejemplos de presiones sobre ríos de España (ES), Chile (CH) y Nueva Zelanda (NZ). Urbanización de la llanura aluvial a pocos metros del río Sar (ES). Alteración de la morfología del estero Nonguén (CH). Corrimientos de tierra y desmesurado aporte de sedimentos a la red de drenaje por talas masivas (NZ).

El caso de Nueva Zelanda es un tanto curioso. Por una parte, combina ríos maravillosos en un estado de conservación muy bueno, con numerosos kilómetros de río fuertemente impactados. Por otra parte, al ser un país con una densidad demográfica tan baja, no hay mucha presión social, y eso supone que no exista una gran exigencia sobre el impacto que ejercen forestales y ganado. Cada Council es el encargado de tomar las medidas que considere en materia de gestión y riesgo de inundaciones, pero se centran sobre todo allí donde hay núcleos de población. Desde la Academia se trata de diversificar los tramos de estudio. Curiosamente, en Nueva Zelanda y Australia se desarrolló uno de los métodos de trabajo más reconocidos en el ámbito de la gestión geomorfológica: River Styles Framework, de Gary Brierley y Kirstie Fryirs.

La importancia de la geomorfología en el funcionamiento de los ríos es incuestionable.

La importancia de la geomorfología en el funcionamiento de los ríos es incuestionable. Dicho de otro modo, no puede haber restauración sin geomorfología. Y dado que la geomorfología se concibe, aplica y prioriza de forma diferente en cada país/región, los resultados también son diferentes.

Desde una perspectiva general, el papel de la geomorfología en la restauración de ríos ha sufrido un cambio importante desde la década de 1990 (el paso de una gestión sectorial a una gestión integrada ayudó significativamente). En un trabajo reciente desarrollado en Francia (Morandi B. et al. (2014), “How is success or failure in river restoration projects evaluated? Feedback from French restoration projects”. Journal of Environmental Management, 137, 178-188), los autores señalan que en Francia y Alemania las alteraciones morfológicas fueron las más relevantes y que, en consecuencia, las medidas de restauración geomorfológica las más empleadas.

El grado de implementación de la geomorfología en la enseñanza también influye en su nivel de aplicación. Por ejemplo, en Canadá la geomorfología es una rama de la ingeniería fluvial, por tanto, regulada por la ley de ingenieros. Esto supone que los geomorfólogos sean miembros regulares de las oficinas de ingeniería y gestión, tanto en el Gobierno como en la consultoría.

¿Realmente estaban mejor los ríos en los años 50’ del pasado siglo que ahora? En muchos casos sí, en muchos casos no. Los ríos no son una imagen fija, van cambiando con las sociedades (también la forma de concebirlos).

En esta pregunta, larga pregunta, también se menciona el hecho de restaurar para retornar a las condiciones pasadas. Aquí discrepo, aunque es algo muy extendido y que, personalmente, también fui reorientado en los últimos años. Esta especie de mantra viene a decir algo así como que el río en el pasado estaba mejor que en el presente, por tanto, esa es la imagen modelo (estado de referencia) a alcanzar. Pero, ¿realmente estaban mejor los ríos en los años 50’ del pasado siglo que ahora? En muchos casos sí, en muchos casos no. Los ríos no son una imagen fija, van cambiando con las sociedades (también la forma de concebirlos).

La configuración de los ríos en los años 50’ responde a las condiciones de esos años, por ejemplo, en usos del suelo, muy diferentes a los de ahora en el mundo rural. La cantidad de masa arbórea en numerosas zonas de montaña media es mayor ahora que en el pasado, es decir, ahora están más próximas a las condiciones naturales del río. El intensivo uso pasado del suelo para agricultura y ganadería suponía un aporte de sedimentos mayor que en el presente.

Si tomamos como modelo las fotos del llamado vuelo americano, en numerosas situaciones las condiciones del entorno están más adaptadas ahora a lo “potencialmente natural” que en el pasado, por tanto, repito, precaución con esa generalidad de “futurizar” el pasado. Quizás el trabajo que mejor explica todo esto es: Dufour, S. y Piégay, H., “From the myth of a lost paradise to targeted river restoration: forget natural references and focus on human benefits”, publicado en el año 2009 en la revista River Research and Applications. ¡Un lujo de lectura!

 


P- Muchos ríos, especialmente aquellos con tramos urbanos, han sufrido una fuerte presión debido a la mala planificación. Esto derivó en problemas medioambientales (contaminación) y sociales (riesgos por inundaciones), entre otros. ¿Por qué cree que hemos llegado a esta situación? ¿Es reversible?

R- La actual relación río-sociedad se mueve en un marco con intensas relaciones históricas que aún se mantienen en el presente, principalmente en el mundo urbano. Sobre este marco suelen batirse dos problemas en busca de soluciones, haciéndolo habitualmente por vías diferentes e incluso enfrentadas. Por un lado los problemas ambientales, y por el otro los problemas del riesgo de inundaciones. La ocupación del “espacio del río” en la últimas décadas ha sido grotesco por parte de las llamadas “sociedades avanzadas”. Se trata de un plan ordenado de expansión, un plan hecho con “alevosía”. Esto ha provocado un bucle pernicioso al que llamo “manufacturación del riesgo”.

La ocupación del “espacio del río” en la últimas décadas ha sido grotesco por parte de las llamadas “sociedades avanzadas”. Se trata de un plan ordenado de expansión, un plan hecho con “alevosía”. Esto ha provocado un bucle pernicioso al que llamo “manufacturación del riesgo”

El proceso es el siguiente: se ocupa la llanura de inundación y demandan obras de defensa frente a las inundaciones. Estas temporalmente protegen generando una “falsa sensación de seguridad” que anima a seguir urbanizando la llanura y aumentando el riesgo (como tal el riesgo en la naturaleza no existe, es una concepción social). Cuando se producen crecidas importantes el daño es mayor porque también lo es la exposición, lo que demanda nuevas y más grandes defensas y medidas de regulación. Todo este proceso genera conocidos problemas ambientales sobre el río.

El bucle es pernicioso porque no reconocemos el problema y hacemos lo mismo una y otra vez esperando obtener un resultado diferente. En el pasado hubo crecidas igual que ahora, pero el riesgo es mayor en el presente por nuestras elecciones de asentamiento. Es una infracción ambiental y territorial por implantación inadecuada de actividades o asentamientos. Solo reconociendo el problema y buscando soluciones no estructurales y negociadas se podrá alcanzar un armonioso espacio socio-natural de convivencia, especialmente necesario en medios urbanos.  

La situación es reversible dentro de unos límites. Las ciudades no van a desaparecer y la seguridad es lo primero, pero sí pueden hacerse mejoras notables que lo aproximen a un régimen hidrogeomorfológico más natural, menos sometido (e.g. Plan de renaturalización del río Manzanares a su paso por Madrid, Plan de recuperación ambiental del río Arga en Pamplona-Iruña, Plan de recuperación del río Isar en Munich). Para ello es esencial unificar en una única gestión o plan de trabajo los proyectos destinados a restauración, riesgo y usos del suelo.

El gran problema de los ríos urbanos es que, además de “matar” muchas funciones del río, nos deshumaniza como sociedad, nos aleja de la naturaleza y podríamos comenzar a hablar de lo que el estadounidense Richard Louv acuñó como “síndrome de déficit de naturaleza”. La ciudad necesita más que ningún otro sitio de espacios verdes, de sus ríos. Es una “necesidad necesaria”.

Figura 5. Existe una marcada relación entre el grado de naturalidad de un río y la intensidad de urbanización a la que está sometido, aunque en varias ciudades esta tendencia comienza ya hacerse menos acentuada.

P- Determinar qué constituye la mejora de las condiciones del río es un trabajo delicado puesto que cada caso tiene unos condicionantes particulares y, por tanto, unas prioridades de actuación. Sin embargo, hay muchas situaciones en las que la restauración verdadera no es factible ni deseable. ¿Qué hacemos en estos casos?

R- La restauración total es utópica pero, sin embargo, debe ser el objetivo final. Aunque se use la palabra restauración, y muchas veces se aproveche de su gancho “Green”, lo que se hace realmente es rehabilitar, es decir, una mejora concreta pero sin llegar a ser una restauración total. Así que, en definitiva, hay que sensibilizar y educar como un paso previo. Posteriormente, ir aplicando medidas combinando urgencia ecológica y prioridad social. En otros casos habrá que conservar para no alterar el río. Esa también es una medida de gestión muy necesaria, el no hacer nada (el “uso de no uso”).

Pero urge actuar y los datos del nivel de presión de los ríos están ahí. Por ejemplo, en la Demarcación Hidrográfica del Miño-Sil (~17.600 km2) hay más de 3.500 infraestructuras transversales (presas, azudes), de las cuales muchas están en desuso. Otras formaron ya nuevos hábitats o son parte del patrimonio hidráulico. Cada caso es particular y requiere de su estudio.

Poco a poco se va avanzando y la demolición de barreras transversales ha iniciado un camino de no retorno. Los últimos datos registrados señalan que Europa lleva ~4.500 barreras demolidas (Francia más de 2.300) y EEUU más de 1.300. España es el cuarto país de la UE con más barreras eliminadas (más de 200), justo por detrás de (Suecia (1.600) y Finlandia (450). En el Boletín nº 8 del CIREF hay una interesante entrevista a Pao Fernández Garrido (Dam Removal Europe) sobre el tema de las barreras.

Todo cambia, la sociedad, las prioridades, la educación (etc.), y los ríos no pueden quedar al margen.

Esto era algo impensable hasta hace pocos años y en el futuro será impensable no hacerlo. Todo cambia, la sociedad, las prioridades, la educación (etc.), y los ríos no pueden quedar al margen.

P- A día de hoy son muchos los especialistas en restauración fluvial que critican las medidas de gestión y control de los ríos llevadas puestas en marcha décadas atrás. ¿Qué prácticas de restauración fluvial contemporáneas podrías predecir que serán cuestionadas por los ecologistas de la restauración dentro de 50 o 100 años?

R- La respuesta la podría enlazar con lo comentado sobre usar una imagen de referencia. Tal vez medidas que se aplican ahora en el futuro no serán necesarias, por ejemplo, si en 50 años no hay embalses muchas de las políticas de gestión actuales carecerán de lógica en unas décadas. Si tengo que decir algo concreto, me inclino por el hecho de tardar tanto en entender e incorporar la geomorfología a la restauración.

El tema de la madera muerta en países como España es casi un tema tabú.

Aquellas prácticas que todavía están menos estudiadas es posible que reciban críticas en el futuro. Por ejemplo, el tema de la madera muerta en países como España es casi un tema tabú. Otros, por ejemplo Suiza, van muy por delante. Aquí muchas veces se considera basura que debe ser eliminada, omitiendo su importancia en términos ecológicos como motores de geo y biodiversidad, y en aspectos relacionados con la hidráulica (inundaciones).

Figura 6.

Acumulación de madera muerta en infraestructuras transversales en el río Magra (Italia) (A, B) (Fuente: Lucía, et al. (2015), “Dynamics of large wood during a flash flood in two mountain catchments”. Natural Hazards and Earth System Sciences, 12(8):1741-1755.), y en un tramo naturalizado del río Ohau en Nueva Zelanda (C).

P- Muchas empresas hacen cosas completamente diferentes en países en vías de desarrollo de lo que pueden hacer en sus países de origen. Por ejemplo, en la Amazonía, en Asia y en otros lugares existe un gran mercado entorno a la construcción de presas que son vistas como la gran solución para el abastecimiento hidroeléctrico o el control del río. Esta máxima ya ocurrió antes en los países desarrollados con la diferencia de que la tendencia actual es a eliminar estas represas y restaurar la componente natural del río.

Curiosamente se puede dar el caso de que sean los mismos profesionales los que están construyendo una presa en China las que estén abogando por eliminarlas de los ríos en EE.UU. Existe, por tanto, un doble rasero en el que se enfrentan los intereses económicos sin que existan preocupaciones éticas ni se cuestione la sostenibilidad de las infraestructuras con las ideas de sostenibilidad, naturalidad y mantenimiento de los servicios ecosistémicos.

¿Hay alguna forma de que las universidades y otros campos de capacitación para los estudiantes puedan hacer un mejor trabajo al prepararlos para enfrentar estos posibles desafíos éticos?

R- La ética profesional debe ser algo inherente a cualquier profesional que trabaje en y con el medio natural. Las realidades de cada país son muy diferentes. De hecho, muchas regiones de África necesitan energía para poder optar a un mayor desarrollo (e.g. Mozambique), y es legítimo, por tanto, que quieran levantar presas como antes hicimos en lugares como Europa o EEUU. La “suerte” de querer hacerlo hoy en día es que existen alternativas mejores que puedan persuadir de su levantamiento. Pero, en caso de llevarse a cabo la construcción de una presa, se debería hacer al amparo de políticas de gestión que se nutran del amplio conocimiento ya existente. Dicho de otro modo, no es lo mismo montar un embalse en las décadas de los años 50’-60’ que en pleno siglo XXI, al que ya se le pueden aplicar medidas de caudales de mantenimiento, por ejemplo.   

Yo abogaría por no construir embalses y sí por el uso de otras fuentes de energía menos perjudiciales. Pero cada sociedad tiene unos derechos, algunos legítimos, otros heredados y otros nada más quieren seguir su cosmovisión.

Yo abogaría por no construir embalses y sí por el uso de otras fuentes de energía menos perjudiciales. Pero cada sociedad tiene unos derechos, algunos legítimos, otros heredados y otros nada más quieren seguir su cosmovisión. El concepto de desarrollo es amplio y diverso, por tanto, respeto.

J. Horacio García.

Investigador y experto en restauración fluvial.

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Si queréis saber más sobre este tema os recomendamos la lectura de  «Medicina Fluvial. Un nuevo paradigma en la conservación y restauración de los ríos bajo el enfoque de la geomorfología». Un libro muy interesante escrito por el protagonista de esta entrevista y cuya temática se centra en la restauración la fluvial desde una óptica geomorfológica.


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Víctor Bouzas Blanco

Licenciado en geografía y Postgrado en Tecnologías Digitales de Documentación Geométrica del CSIC. Especialista en diseño cartográfico y análisis geoespacial.

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